Los ojos se cerraron para ver de frente la singularidad de un cuerpo que habitaba sin percibir. Me encontré contenida en una piel que no conocía, deambulando entre vidas y labrando tierras ajenas. Sin parpadear me miento y finjo no tener miedo al decir mi nombre, me escondo sobre los ecos de otros tiempos y me refugio entre la costumbre conocida. Tendré que desordenar el ser para encontrarme. Hablo para no verme, corro del ruido, mientras me sumerjo en el sigilo de las cosas. Es hora de zarpar y el suelo se mueve, me fragmento entre los lugares que nunca he visto y en simultánea se astilla el mundo en silencio. ¿Y si Platón tenía razón? y solo somos tumbas andantes. Es así que envidio el forastero devenir animal de la ignorancia ¿se encuentra allí la forma de mi sonrisa? Navego tras suspiros en el valor de mis variables, el símbolo mutable se vuelve cuerpo en la normalidad.
¿Soy otra?